Por
Angel Galindo
Para muchas personas el arte es solo una serie de pinturas colocadas en un museo; para otras, es un verdadero despliegue de creatividad pero que, lastimosamente, se olvida con el paso del tiempo, y para otros, es una representación de la obra de un reconocido personaje pero que solo pueden admirar unos pocos, es decir, que se ve en un círculo intelectual reducido.
La verdad, cada pieza de arte encierra un mundo de emociones, sentimientos, situaciones, ideales, conflictos, y esto es precisamente lo que producciones como ‘La dama de oro’, de Simon Curtis, logran acertadamente unir, en este caso, a través de la historia de la señora Altman, sobrina directa de la fuente de inspiración de la obra ‘Woman in Gold’, pintada por el maestro del simbolismo y el modernismo austriaco Gustav Klimt. Ella, con la ayuda de un joven abogado de Los Ángeles, lucha después de la muerte de su hermana por recuperar el legado cultural de su familia, arrebatado por los nazis durante la II Guerra mundial.
Esta cinta, protagonizada por Ryan Reynolds y Helen Mirren y que se estrena el próximo 13 de agosto en las salas del país, logra llevar al espectador por algo más que una simple lucha legal o el sufrimiento de una familia durante el dominio de Hittler sobre este país europeo, para acercarse a los personajes que de una u otra forma inspiraron a Klimt a crear una de sus obras más representativas, a través de la recreación viva de las memoria de la señora Altman y su catarsis personal de perdón y reencuentro con sus raíces. Presente y pasado se fusionan con juegos de colores fotográficos vivos, donde las memorias representan tonos violetas de fotografías antiguas mientras las vivencias del hoy están recreadas bajo el sol dorado y resplandeciente de la ciudad de Los Ángeles, donde empieza esta titánica lucha por recuperar el pasado como una herramienta de reencontrarse con el presente.
A pesar de retomar lugares comunes sobre la lucha legal, con disputas en cortes y abogados buenos y malos o de no tener unos personajes que impresionen más a los espectadores o críticos especializados, por su falta de crudeza o proximidad con los entornos del cine contemporáneo más centrado en las narrativas de personas comunes y corrientes, esta historia logra generar conciencia sobre la importancia de mantener vivo el espíritu de una pieza de arte y el aporte de la cultura en el mantenimiento del patrimonio histórico de la humanidad.
Esta producción igualmente refleja los conflictos que desde siempre han estado en la historia de la humanidad, como la pérdida de todo lo que se tiene, la crueldad mutua entre los seres humanos y esa necesidad de mantener viva la memoria colectiva mediante ese placebo que la pintura ofrece no solo a los conocedores más expertos . Estos y otros elementos convierten esta producción en una experiencia personal y amena sobre la lucha de una mujer no solo por recuperar el legado de su familia, sino para hacer ver cómo la labor de un artista deja una huella indeleble en aquellos que la observan, y la verdadera historia que se esconde detrás de cada trazo, de cada color y la forma como estos pequeños detalles encierran una narración de vida única y personal, que solo se trasluce ante la audiencia cuando la señora Altman afronta los momentos más importantes de su vida a través de la búsqueda del cuadro que logró transformar la imagen de su tía en un innegable legado del arte mundial.
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