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“La Met reunió el
mejor elenco posible para este Parsifal”: The New York Times
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Marzo 2, transmisión en directo sólo en Cine Colombia; abril 16 en diferido
Bogotá, 22 de febrero de 2013.-
Cuando arrancó el preludio orquestal de la nueva producción de
Parsifal -hace quince días en el estreno de la
Metropolitan Opera de Nueva York- el público veía su propio reflejo en
una pantalla negra. “Damas y caballeros,
esta obra es sobre ustedes”, era el mensaje de François Girard
(El violín rojo, 1998), director de cine encargado de recrear la obra escénica final de
Richard Wagner.
“Es
sobre su propia búsqueda de espiritualidad”. Detrás de la pantalla se
ven unas personas sentadas en fila mirando al público. Los hombres se
quitan
los zapatos y medias, las corbatas y los sacos, se paran y forman un
círculo.
Son los caballeros del Santo Grial.
Ahora, el
2 de marzo, 64 países del mundo la verán en salas de cine, en alta definición y sonido Dolby 5.1.
De idiota a redentor
Así comienza la versión de
Parsifal para audiencia del siglo XXI, como la concibe Girard. Durante un desliz de lujuria, el
rey Amfortas recibe una herida incurable a manos de Klingsor, enemigo de la Hermandad del Santo Grial, quien aprovecha además para robarle una de las reliquias:
la lanza que hirió a Cristo en la cruz.
Cuenta el poema mitológico medieval en el que se inspiró
Wagner que, según una profecía, sólo un joven ingenuo y puro, iluminado por la compasión,
sanará la herida y salvará la hermandad. Y aparece Parsifal, un
joven ingenuo, ignorante, prístino. Le destapan el cáliz a ver si es el
anunciado, pero el muchacho hace cara de idiota. Los primeros visos de
esperanza, sin embargo, llegarán cuando logre
atravesar el jardín mágico de Klingsor, resistiendo a la tentación de las mujeres hermosas que lo habitan.
Una “obra de festival para la consagración del escenario”
Con ese modesto título firmó
Wagner su última gran ópera, Parsifal, cuando la terminó en 1882. Y tal vez no era para menos. “Parsifal no es sólo una ópera – es una misión.
Esta es una obra sagrada en la historia de la música”, dice
Girard. Y el libreto, como siempre escrito por él mismo, siempre ha
suscitado interpretaciones sobre su significado. ¿Es un testamento
filosófico, una fábula de la humanidad, o sólo un cuento
mítico?
Lo cierto es que el compositor, al final de su vida trataba de reconciliar todos los
aspectos de su espiritualidad. La reencarnación, la renunciación y
la iluminación por medio de la compasión son la esencia de la obra, y
vienen de su fascinación con el Budismo, que conoció por los escritos de
Schopenhauer, y que conocemos gracias a las cartas a su esposa Cosima y a su musa, Mathilde Wesendonck.
En esta producción,
la obra se sitúa en un mundo post-apocalíptico donde el
calentamiento global ha hecho de la Tierra un lugar desértico y
desolado. Aparece un suelo árido resquebrajado y con una grieta por la
mitad del escenario, por donde fluye primero un hilito
de agua y, luego, una quebrada de sangre. La grieta es la herida de Amfortas, que afecta la tierra misma.
Los invencibles
“El
Met reunió el mejor elenco disponible hoy día para Parsifal”, ha
reiterado la crítica en la prensa neoyorquina. El carismático tenor
Jonas Kaufmann será el improbable salvador; René Pape,
quien se ha vuelto el bajo preferente del Metropolitan, canta en el
papel de Gurnemanz “con toda la autoridad de un profeta del Antiguo
Testamento” (The Huffington Post); y la soprano
sueca Katarina Dalayman, como Kundry, demuestra su amplio rango vocal y un color cálido y sensual.
Texto: Simón Samper
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